martes, 1 de febrero de 2011

Laura Velasco Blel
Relatoría – Crítica latinoamericana-26 de enero de 2011
Jiménez, P., David. “Prólogo” e “Introducción” En: Historia de la crítica literaria en Colombia. Unal de  Colombia, 1992. pp. 7-20.
Gutiérrez Girardot, Rafael. “Polémica y crítica” En: Tradición y ruptura. Debate, 2006. Pp. 235-240.
En la sesión del 26 de enero de 2011 se propuso un debate acerca de  la función de la crítica en general y en Colombia en particular, y de las condiciones de posibilidad del crítico en nuestro medio, partiendo del prólogo y la introducción al texto de David Jiménez Historia de la crítica literaria en Colombia-Siglos XIX-XX  y “Polémica y crítica” de G. Girardot.
Empezando por el texto de Jiménez, la discusión se centró en la problemática propuesta por el prólogo:  ¿qué se entiende por el enfrentamiento entre la tendencia a la autonomización de la literatura y de la crítica literaria respecto a la iglesia, la gramática y la política?. Un cuestionamiento que también  manifiesta el paso de un dogmatismo a una visión secularizada en donde nacen los primeros indicios de una libertad intelectual. El planteamiento del autor se construye a partir de un estudio de estos procesos literarios y sociales desde una perspectiva múltiple, dejando de lado los intentos por analizarlos desde una linealidad que no existe. También es explícita su postura respecto a los alcances de la crítica, como un entramado donde se teje lo histórico y lo cultural de Colombia.
Posteriormente se habla sobre la introducción, en donde se recalca la cita que Jiménez toma de Albert Thibaudet: “Antes del siglo XIX [en Europa]  hay críticos, pero no hay crítica”. Enunciado que el autor toma para explicar la riqueza del ejercicio crítico que va mucho más allá de una conversación sobre libros. La crítica literaria como institución requiere la profesionalización del crítico que a su vez depende de la existencia de ciertas condiciones y los efectos sociales que rodean  una obra: la formación de un público, un medio de difusión y un mercado, entre otros. En Hispanoamérica estos aspectos toman gran importancia en la segunda mitad del siglo XIX, donde se dan ciertas condiciones sociales que permiten esa profesionalización del crítico: la liberación del periodismo, las revistas literarias, el aumento de la educación escolar, las tertulias, las librerías, el periódico y la necesidad de las estudiantes de buscar textos que no habían entrado al país.
 Sin embargo, la crítica estuvo ligada a la religión y a la política  dejando ver un interés partidista detrás de las publicaciones literarias. No obstante, en esta época el objetivo por desligarse de tales esferas fue evidente y se hizo presente en los objetivos de dos tendencias en conflicto. Por una parte, Sanín Cano propone una visión puramente estética que excluye cualquier uso partidista y religioso en las publicaciones literarias, mientras que alguien como Salomón Ponce se limita a la expresión de las impresiones de la obra y Caro se centra en una literatura científica unida a la religión católica. Todas estas pugnas y cambios sociales permiten el deslinde de la literatura respecto a la política y la religión.
Teniendo en cuenta esto, el debate se termina con la referencia a las conclusiones de Jiménez entre las que están:
*La autonomía de la literatura depende de cambios sociales y de las ideologías predominantes dentro de un contexto.
*Aunque es un proceso inestable, la profesionalización  del crítico depende de lo que ocurra intelectualmente a nivel social.
*Aunque se ha hecho mucha crítica, y se dispone de un arsenal conceptual y de enfoques, ni en la actualidad, ni en el siglo XIX Colombia ha tenido las condiciones totales para la profesionalización de la crítica literaria. No hay un grupo profesional de críticos literarios.
Esta pregunta nos lleva al texto de G. G. Si no existe tal grupo: ¿qué es lo que falta para que se den las condiciones propicias para la formación del mismo?
En relación a este texto se discute la crítica del autor a la clase alta que es indiferente  produciendo  injuria en los críticos. Indiferencia que genera  una actitud anticrítica y neutral que caracteriza a un “estilo dogmático del pensamiento”.  Esto en conexión con el “terrorismo bibliográfico” que algunos, como Ortega y Gasset  utilizan para mostrar su “erudición desbordada”, que lo único que evidencia es un “vacío intelectual”.
Las herramientas críticas son reducidas por incompleta formación del bachillerato, falta de infraestructura de las universidades, desconocimiento de lenguas europeas y falta de interdisciplinariedad, entre otras.  Todo esto causa un vacío enorme en los cimientos de los futuros críticos de la literatura en  Colombia, además de la reverencia por grandes figuras inamovibles quienes  construyen con bases no críticas por falta de honestidad intelectual en sus posturas. Entre éstos se encuentran: Estanislao Zuleta y Octavio Paz. Ellos son el resultado de una mala educación que no permite la construcción de juicios críticos. Así, la mala educación genera un sinfín de limitaciones que impide a los estudiantes sembrar las herramientas necesarias para formar un juicio crítico.
Desde la perspectiva de función social la crítica profesional literaria genera con sus estudios transformaciones necesarias que ponen en relieve las riquezas humanas y el desarrollo de capacidad intelectual para dejar de ser un país “gobernado por simuladores”.

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