lunes, 28 de febrero de 2011

Relatoria 8 febrero 2011 Fernández Retamar y Osorio Tejada

Martes 8 de febrero de 2011
Relatoría: Clase Crítica Latinoamericana
Profesora: Mónica del Valle
Pontificia Universidad Javeriana
Textos: Roberto Fernández Retamar. “Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana”. En, Teoría de la literatura hispanoamericana.
Osorio T., Nelson.  “Estudios latinoamericanos y nuevas dependencias culturales”. En, Revista de crítica literaria latinoamericana. Año XXXIII, N. 66 (2 semestre de 2007), pp. 251 – 278.
Empezamos esta clase discutiendo el texto de Nelson Osorio Tejada titulado “Estudios latinoamericanos y nuevas dependencias culturales”. Luego, en la segunda parte de la clase, discutimos el texto de Fernández Retamar, titulado, “Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana”. Ambos activos representantes de la crítica literaria latinoamericana del siglo XX.
Desde el principio, las primeras impresiones que dejó el texto de Osorio Tejada en los alumnos, fueron sentimientos de enfrentamiento y de “ataque”, y se llegó a darle incluso, al estilo del texto, el calificativo de “radical”, pero en un sentido positivo, de reivindicación del mensaje del autor, que aboga por construir estudios de crítica latinoamericana que partan realmente de América Latina.
Pero entonces esta afirmación hizo necesario que nos preguntáramos: “¿Cuál es la diferencia entre una crítica en América Latina y, una crítica de América Latina?” ¿Qué sentido tiene para el autor este planteamiento, qué quiere provocar con ello?
La diferencia entre una y otra radica en que en la primera aunque se realicen trabajos sobre América Latina, muchas veces éstos no tienen en cuenta realmente las “exigencias históricas y culturales” particulares que se producen dentro de la sociedad. Mirando de esta forma a los latinoamericanos como meros objetos de estudio y no como sujetos productores de conocimientos, capaces de hacer “una crítica latinoamericana que en su aproximación teórica y valorativa patentice una mirada intelectual que corresponda a una cultura diferenciada.” (Osorio, 2007; 254) Es decir, una crítica de América Latina.
O para decirlo con Quijano, una crítica que sea “decolonial”, que desplace y desenmascare la colonialidad que se esconde tras la construcción eurocéntrica del conocimiento científico e intelectual. Para lo cual, Osorio propone crear no sólo una toma de consciencia sobre nuestros propios problemas, sino la necesaria institucionalización de la crítica latinoamericana en el medio educativo, abriéndole no sólo un espacio dentro del pensum de estudios universitarios, sino llevándola a la práctica a través de diversas prácticas culturales, que se deben consolidar desarrollando políticas culturales que sean coherentes con la construcción de un sistema literario autónomo capaz de sostener y dar cuenta de la especificidad de nuestra literatura y de la cultura latinoamericana en general, sin tener que adoptar modelos y teorías ajenas para entenderla.       
Este descuido ha provocado serios vacíos y desventajas en la consolidación de una crítica e intelectualidad propias, pues ha permitido que avancen otras prácticas y políticas culturales que imponen las potencias globales hegemónicas (EE. UU. y Europa). Las cuales, han logrado a través del control cultural, posicionar su campo de poder sobre los países periféricos, con la ayuda de los mismos gobiernos de los Estados latinoamericanos, quienes por dos siglos, han perpetuado la violencia y la mentalidad del dominado a través de la ignorancia de nuestra propia historia particular.
Discusión que nos conectó con el texto de Fernández Retamar y su “reclamo” de “descolonizar” la literatura hispanoamericana, asimilando críticamente las diferentes tradiciones que habitan nuestras culturas. Para lo cual, nos dice, hay que partir de las condiciones materiales y culturales que emanan de las “vicisitudes de la vida” histórica de nuestros pueblos, para entender la particularidad de nuestros procesos literarios y así generar una escala de valores apropiados que partan de las propias obras, de la praxis, que desbordan las pretensiones de una crítica “universal” (general), racista, colonial.    
Comprendiendo la heterogeneidad que ha conformado “nuestro mundo”, que no admite un simple “modelo universal” que copiar, donde lo diferente, lo Otro, se reconozca dentro de sí mismo y, si es el caso, compararse con esos otros que el centro a excluido y con los que guardamos coincidencias más cercanas, como es el caso de la cultura de Europa Oriental o Rusia, que tanto recalca Retamar.
Para llevar a cabo esta labor colectiva, propone Retamar, tener en cuenta los “deslindes” históricos de nuestras obras literarias, en las que aquello que es “ancilar” o “híbrido”, desplaza e infecta la “pureza” de la “literariedad”, convirtiendo éstas “alteraciones” en el centro de nuestra producción, jugando con géneros y formas diferentes.
Fenómeno que se produce en nuestra literatura, debido a la realidad “arisca” en la que se desarrolla, en la que el “hecho literario” no sólo cumple una función estética, sino además, una función “instrumental” dominante, que la acerca a lo que el crítico húngaro Miklos Szabolsci denomina como “sociografía literaria”, es decir, una mezcla entre documento y literatura.   
Aseverando con esto, una reivindicación que no es sólo estética, sino que formula una política y una ética: la diferencia y el orgullo de pensar “nuestra concreta realidad”. A través del ejercicio de producir conocimientos críticos e históricos de nuestra América Latina, que den cuenta de esos “momentos nuestros de estar en el mundo”.
Objetivo que como condición necesita dudar tanto de las generalizaciones que produzcan la “periodización” histórica a priori, como de aquella crítica “inmanentista”, ciega ante los procesos sociales. Siendo capaces, al tiempo, de posicionar, de descubrir y de abrir al mundo nuestra literatura.
          

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