lunes, 28 de febrero de 2011

Relatoria 8 febrero 2011 Fernández Retamar y Osorio Tejada

Martes 8 de febrero de 2011
Relatoría: Clase Crítica Latinoamericana
Profesora: Mónica del Valle
Pontificia Universidad Javeriana
Textos: Roberto Fernández Retamar. “Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana”. En, Teoría de la literatura hispanoamericana.
Osorio T., Nelson.  “Estudios latinoamericanos y nuevas dependencias culturales”. En, Revista de crítica literaria latinoamericana. Año XXXIII, N. 66 (2 semestre de 2007), pp. 251 – 278.
Empezamos esta clase discutiendo el texto de Nelson Osorio Tejada titulado “Estudios latinoamericanos y nuevas dependencias culturales”. Luego, en la segunda parte de la clase, discutimos el texto de Fernández Retamar, titulado, “Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana”. Ambos activos representantes de la crítica literaria latinoamericana del siglo XX.
Desde el principio, las primeras impresiones que dejó el texto de Osorio Tejada en los alumnos, fueron sentimientos de enfrentamiento y de “ataque”, y se llegó a darle incluso, al estilo del texto, el calificativo de “radical”, pero en un sentido positivo, de reivindicación del mensaje del autor, que aboga por construir estudios de crítica latinoamericana que partan realmente de América Latina.
Pero entonces esta afirmación hizo necesario que nos preguntáramos: “¿Cuál es la diferencia entre una crítica en América Latina y, una crítica de América Latina?” ¿Qué sentido tiene para el autor este planteamiento, qué quiere provocar con ello?
La diferencia entre una y otra radica en que en la primera aunque se realicen trabajos sobre América Latina, muchas veces éstos no tienen en cuenta realmente las “exigencias históricas y culturales” particulares que se producen dentro de la sociedad. Mirando de esta forma a los latinoamericanos como meros objetos de estudio y no como sujetos productores de conocimientos, capaces de hacer “una crítica latinoamericana que en su aproximación teórica y valorativa patentice una mirada intelectual que corresponda a una cultura diferenciada.” (Osorio, 2007; 254) Es decir, una crítica de América Latina.
O para decirlo con Quijano, una crítica que sea “decolonial”, que desplace y desenmascare la colonialidad que se esconde tras la construcción eurocéntrica del conocimiento científico e intelectual. Para lo cual, Osorio propone crear no sólo una toma de consciencia sobre nuestros propios problemas, sino la necesaria institucionalización de la crítica latinoamericana en el medio educativo, abriéndole no sólo un espacio dentro del pensum de estudios universitarios, sino llevándola a la práctica a través de diversas prácticas culturales, que se deben consolidar desarrollando políticas culturales que sean coherentes con la construcción de un sistema literario autónomo capaz de sostener y dar cuenta de la especificidad de nuestra literatura y de la cultura latinoamericana en general, sin tener que adoptar modelos y teorías ajenas para entenderla.       
Este descuido ha provocado serios vacíos y desventajas en la consolidación de una crítica e intelectualidad propias, pues ha permitido que avancen otras prácticas y políticas culturales que imponen las potencias globales hegemónicas (EE. UU. y Europa). Las cuales, han logrado a través del control cultural, posicionar su campo de poder sobre los países periféricos, con la ayuda de los mismos gobiernos de los Estados latinoamericanos, quienes por dos siglos, han perpetuado la violencia y la mentalidad del dominado a través de la ignorancia de nuestra propia historia particular.
Discusión que nos conectó con el texto de Fernández Retamar y su “reclamo” de “descolonizar” la literatura hispanoamericana, asimilando críticamente las diferentes tradiciones que habitan nuestras culturas. Para lo cual, nos dice, hay que partir de las condiciones materiales y culturales que emanan de las “vicisitudes de la vida” histórica de nuestros pueblos, para entender la particularidad de nuestros procesos literarios y así generar una escala de valores apropiados que partan de las propias obras, de la praxis, que desbordan las pretensiones de una crítica “universal” (general), racista, colonial.    
Comprendiendo la heterogeneidad que ha conformado “nuestro mundo”, que no admite un simple “modelo universal” que copiar, donde lo diferente, lo Otro, se reconozca dentro de sí mismo y, si es el caso, compararse con esos otros que el centro a excluido y con los que guardamos coincidencias más cercanas, como es el caso de la cultura de Europa Oriental o Rusia, que tanto recalca Retamar.
Para llevar a cabo esta labor colectiva, propone Retamar, tener en cuenta los “deslindes” históricos de nuestras obras literarias, en las que aquello que es “ancilar” o “híbrido”, desplaza e infecta la “pureza” de la “literariedad”, convirtiendo éstas “alteraciones” en el centro de nuestra producción, jugando con géneros y formas diferentes.
Fenómeno que se produce en nuestra literatura, debido a la realidad “arisca” en la que se desarrolla, en la que el “hecho literario” no sólo cumple una función estética, sino además, una función “instrumental” dominante, que la acerca a lo que el crítico húngaro Miklos Szabolsci denomina como “sociografía literaria”, es decir, una mezcla entre documento y literatura.   
Aseverando con esto, una reivindicación que no es sólo estética, sino que formula una política y una ética: la diferencia y el orgullo de pensar “nuestra concreta realidad”. A través del ejercicio de producir conocimientos críticos e históricos de nuestra América Latina, que den cuenta de esos “momentos nuestros de estar en el mundo”.
Objetivo que como condición necesita dudar tanto de las generalizaciones que produzcan la “periodización” histórica a priori, como de aquella crítica “inmanentista”, ciega ante los procesos sociales. Siendo capaces, al tiempo, de posicionar, de descubrir y de abrir al mundo nuestra literatura.
          

domingo, 27 de febrero de 2011

Relatoría 31 de Enero - Walter Mignolo

Contexto: Crítica Latinoamericana

Texto: Mignolo, Walter. “¿Teorías literarias o teorías de la literatura? ¿Qué son y para qué sirven?” En: Teorías literarias en la actualidad. Ed. Graciela Reyes. El arquero, 1989. Pp. 41-78

El presente título corresponde a un estudio realizado por el teórico y crítico argentino Walter Mignolo sobre el problema histórico de la literatura en relación con su teorización. Es, en síntesis, un texto único y sugerente, ya que su análisis problematiza los principios epistemológicos de la teoría literaria en relación con su lugar de origen. La pregunta por la teoría respecto a la literatura es, según Mignolo, de entrada un problema político; ¿puede Latinoamérica hacer teoría?, ¿puede ser producida por mujeres?, por ejemplo, ¿quién hace la teoría, de dónde y para quién?

Para responder a estos indispensables interrogantes, es clave revaluar las distinciones conceptuales entre lo que es una práctica literaria y la disciplina de dicha práctica. En cuanto a las prácticas literarias, a las que Mignolo llama teorías literarias, se trata de literatos e intelectuales reflexionando sobre su campo de acción. Mientras que la disciplina de dicha práctica alude a la rigurosidad científica de ser una teoría de la literatura, es decir, la configuración de un conjunto de objetos y dominios específicos estudiado no necesariamente ni únicamente por escritores o literatos, y es lo que el autor denomina literaturología. Ciencia cuyo proceder implica cinco pasos: definir un campo material, establecer un objeto de estudio, es decir conjunto de problema a resolver; entablar el nivel de interrogación teórica, es decir las o la metodología; rastrear los posibles quiebres epistemológicos del problema; y, por último, definir el momento histórico, es decir la contextualización del problema.

Es ésta una sustancial diferenciación, ya que de las prácticas literarias podemos decir son una preocupación más que todo por la significación social y artística de la literatura, mientras que las disciplinas literarias se definen más que todo en el dominio de las academias. Es decir, en el ejercicio de teóricos y críticos por politizar la historia literaria de acuerdo con demandas más académicas que artísticas. Sea o no del todo cierto esto, pues habrá de matizar diferencias, Mignolo está proponiendo establecer y definir una historia de la crítica y la teoría de la literatura debido principalmente a su inagotable movilidad.       

Relatoría 16 de febrero- Antonio Cándido

Texto: Cándido, Antonio. “Literatura y subdesarrollo”.  En: Crítica radical. Biblioteca Ayacucho, 1991. Pp299-319

Esta dinámica y divertida clase se basó en el texto de António Cándido, texto que llegamos a considerar sumamente interesante por no ser un texto radical y unívoco. Al ser un escrito brasilero fue posible tener una visión más amplia de Latinoamérica que también incluyera a este país, visión más completa en este sentido que la de otros críticos y teóricos que sólo abordan países hispanoparlantes.
La clase comenzó con la distinción que Cándido retoma de Mario Vieira de Mello entre conciencia de país nuevo, o como dirá en algunos momentos “conciencia amena de retraso”, y conciencia de país subdesarrollado. Si bien no coincide con el autor en el desarrollo que éste hizo, le pareció pertinente ya que “ayuda a comprender ciertos aspectos fundamentales de la creación literaria en Latinoamérica” (Candido, 1965:40). Se señaló que Cándido hace aquí una sociología de la creación. Se marcó la metodología de análisis que plantea Cándido como muy completa, ya que el autor hace uso de abstracciones para explicar procesos, como sería hablar del modernismo, así como también puntualiza en ejemplos concretos que representan problemas a resolver. Volviendo a la distinción de mentalidades con las que trabaja alternadamente a lo largo del texto, el punto de paso de una a la otra lo marca la finalización de la Segunda Guerra Mundial. A partir de ella, la conciencia de una dependencia de otro comienza a ser conflictiva. En la primera mentalidad no lo era ya que había un optimismo por lo futuro y la creación de la nación, así como también se resaltaba la idea de una comunión entre la patria y la tierra, la naturaleza y su exotismo.
Surgió en la clase un debate por la utilización por parte del autor de los términos subdesarrollo y retraso, llegando a pensarse que puede ser un problema de la traducción y que en portugués esa palabra no tenga las connotaciones negativas del español. Otra hipótesis que planteó la profesora fue el hecho de que sea parte de la ironía que circula en el texto, y para lo mismo dio varios ejemplos puntuales en los que Cándido por un lado se demuestra radical y luego quita esencialismo a lo que dijo anteriormente o a la categoría con la que está trabajando, como en el caso de subdesarrollo al decir luego “perspectiva” (Cándido, 1965: 42). Con respecto a la palabra retraso, y de acuerdo a la superación de lo unívoco que busca el autor, puede ser entendido como una demora pero también como un provincialismo cultural, es decir una falta de criterio, falta que se le adjudica a una aristocracia alienante.
Resultó interesante también la relación entre los conceptos del autor de “debilidad cultural” y “continente intervenido” y los riesgos que esto generaba como la manipulación política por medio de las naciones dominantes. En este sentido se relacionó también con la propuesta de Girardot al expresarse que lo que se pierde en esos casos es la posibilidad de tener lo propio, la libertad. El autor trabajó con los conceptos de normal y anormal en esta instancia, y también surgieron inquietudes acerca de su manera de referirse a ellos y la relación con el know-how cultural. Entre risas, se utilizaron ejemplos urbanos cotidianos para explicar esto y demostrar cómo algo que es un modo cultural propio no tiene sentido para otra cultura. Llamó la atención la frase “buscarán fuera del libro la satisfacción de necesidades universales de ficción y poesía” (Cándido, 1965:44). Y dada la característica de continente intervenido, la función de la literatura (y la clase coincidió) es la de una vigilancia extrema para no adoptar instrumentos y valores que no son propios, que son anormales. Como diría Girardot, la literatura debe crear conciencia.
Otro de los planteos más interesantes que se rescataron en la clase fue el tema del regionalismo como una literatura necesaria para que llegara luego el superregionalismo: “una especie nueva de literatura que todavía se articula de manera trasnfiguradora con el propio material del nativismo.”(Cándido, 1965: 59) Se resaltó la interdependencia y la superación de la mera copia, como en el caso de Vargas Llosa, que adapta ciertas formas y refleja la realidad, las reformula. Se planteó una disyuntiva. Por un lado, el autor dice que no hay originalidad en la producción latinoamericana, pero por el otro, y como vimos en la cita anterior, hay una originalidad en la incorporación, una originalidad que llevó al Naturalismo a incorporar al pobre y al negro, figuras de la realidad circundante.
Ya al final de la clase, se volvió a resaltar la labor del autor que deja como resultado un texto denso, sustentado y sólido. No sólo en su metodología (abstracciones, puntualizaciones, etc.) sino también en la posibilidad de leerlo a dos niveles: comprensión (problema de la sociología de la creación) y crítica. En este último se resaltó la incorporación de Brasil a Latinoamérica manteniendo las diferencias pero destacando la continuidad, y el espíritu abarcador del autor. Si bien el autor hace una sociología de la creación, se lo valoró como un buen ejemplo a seguir a la hora de producir una crítica literaria latinoamericana al incorporar puntualizaciones de las obras que sustentan su visión.

Relatoría clase 14 de febrero. Texto: Gutiérrez Girardot, Rafael. “El problema de una periodización literaria de la historia literaria latinoamericana” En: Aproximaciones. Procultura, 1986. pp. 29-45

Texto: Gutiérrez Girardot, Rafael. “El problema de una periodización literaria de la historia literaria latinoamericana” En: Aproximaciones. Procultura, 1986. pp. 29-45
En la clase del 14 de febrero del 2011 se discutió y analizó el texto de Gutiérrez Girardot “el problema de una periodización literaria de la historia literaria latinoamericana”. El desarrollo de la clase inicia definiendo lo que para Gutiérrez Girardot es el objeto de estudio. Antes de definir el objeto de estudio  se hace la  aclaración de que el objeto de estudio al que se refiere Gutiérrez Girardot no es el mismo objeto del que habla Walter Mignolo. Aclarado esto definimos que el objeto de estudio en este texto es en  realidad el marco social.
Ya con esta aclaración procedemos a discutir y a definir que  el primer paso para hacer una historia social de la literatura latinoamericana es pensar en el marco social de esta literatura. Pero vemos que se nos presenta el problema de cómo hacer este marco social, ya que existen pocas fuentes y poco trabajo histórico que nos permita encontrar material que nos ayude a definir  este marco social, este vacío se debe según Gutiérrez Girardot a las modas que se ha posicionado entre los encargados de estos estudios.
Pensar en una literatura dentro de un marco social, implica pensar para el caso de las literaturas en América en una sociedad nueva (si seguimos la sugerencia de Henríquez Ureña que Gutiérrez Girardot  retoma) y al pensar en un sociedad nueva debemos ver toda la literatura que se ha escrito de esa sociedad nueva ya sea desde acá o desde fuera. También se debe estudiar y hablar de aquellos que hablaron de esa sociedad nueva en ese momento histórico. El término “sociedad nueva” no es un término esencial es un término de proceso y al referirse a esto vemos como Gutiérrez Girardot  presenta una crítica a Foucault y a su postulado de las  macro teorías que fijan estados inamovibles.
Otro asunto a  tratar con los procesos de los que habla Gutiérrez Girardot tiene que ver con los tiempos en la historia y como concebimos estos tiempos  lo que nos lleva a la pregunta ¿qué es lo que en realidad consideramos histórico?  Y definiendo que es lo que consideramos histórico, podremos crear un marco social e ideológico de ese momento.
Al definir el  marco social vemos como Gutiérrez Girardot utiliza dos términos del historiador Braudel que son de vital  importancia para el estudio de historia de la literatura latinoamericana, estos términos son “larga duración” y “corta duración”. Estos dos términos pueden ayudarnos a crear una periodización sistemática que nos ayude a  ver cada proceso como algo continuo. Esto se debe a que estos términos nos ayudarían  en un estudio sincrónico de la literatura que nos ayuda a ver coincidencias entre los autores de ciertas épocas pero también nos ayudan a ver procesos más extensos.  Al poner en práctica esta teoría  vemos que Gutiérrez Girardot nos muestra que todas las literaturas latinoamericanas después de 1910 tienen un factor común “la colonia” lo que les permite adquirir características similares.
Para terminar la clase intentamos ver de que se ocupa y cuales son las tareas o las hipótesis para realizar  una historia social de la literatura latinoamericana,  se da énfasis en lo de historia social ya que la literatura no puede  existe fuera de una función social. La hipótesis consistiría en establecer  un periodo de inicio que puede ser variable ya que  este inicio se podrá mover  con el transcurso  de la investigación o según sus objetivos.
Gutiérrez Girardot también nos menciona La peste el olvido: que no es otra cosa que la utilización de ese nehismo euroservil y se nos explica que es imposible que rechacemos teorías o las pongamos a dialogar con nuestras teorías si primero no conocemos lo que tenemos. También se definió la hipótesis de trabajo que sería la relación entre sociedad nueva y literatura
Y por último se hablo de cómo se han perdido tres cosas en la tradición latinoamericana.
1.    La tradición americana.
2.    El esfuerzo de los maestros por mantener la tradición.
3.    Los aportes científicos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Relatoria 7 de febrero de 2011 - Anibal Quijano

Jaime Henríquez Fattoni
Relatoría – Crítica latinoamericana – 7 de febrero de 2011

Texto: Quijano, Aníbal. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En: E. Lander (ed.), 2000. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, Caracas. Pp. 201-246.

Hay varias nociones claves en el texto de Quijano. La primera es la de raza. Una compañera empieza mencionando cómo Quijano ataca el invento de la idea de raza, resaltando su carácter de invento y señalando que su surgimiento se da junto con la formación del nuevo patrón de poder que se estableció en la Conquista/colonia. Luego de esta formación del nuevo patrón de poder, la humanidad fue dividida en razas: blanco/negro/indio. Eurocentrismo, colonialismo, capitalismo: las relaciones que estos conceptos nombran se dieron todas con el nuevo patrón de poder instaurado en la colonia. En este patrón colonial, y con la invención del concepto de raza, se da una división racial y de género del trabajo. La división de género no es nueva, pero es aprovechada y profundizada mediante el nuevo patrón.
(Paréntesis: con respecto a Oriente no se aplican las categorías que se aplican desde Europa para la América colonial. Así, Oriente tiene a los ojos de Europa una categoría de cultura que se respeta, que no se avasalla, otro casi al mismo nivel que la misma Europa, no es otro inferiorizado con fines económicos, como sucede en Latinoamérica).
Otra noción clave para nosotros en su texto es la noción de “eurocentrismo” debe entenderse, siempre, según la definición que da Quijano en la página p. 219: “específica racionalidad o perspectiva de conocimiento que se hace mundialmente hegemónica colonizando y sobreponiéndose a todas las demás, previas o diferentes, y a sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa como en el resto del mundo”. En esa frase se condensa la problemática que queremos tratar en clase: ¿de dónde viene el predominio de un paradigma, para la crítica en nuestro caso? ¿qué implicaciones tiene eso para la crítica y para la literatura en América Latina?
            Hay allí también, atravesadas por estas nociones, dos duplas principales: colonialidad/modernidad y capitalismo/eurocentrismo. En especial nos interesa la división colonialidad/modernidad, por dos campos que son literaturas coloniales (y sus implicaciones sobre el s. XIX) y literaturas caribeñas o antillanas. Con respecto a esta dupla, una compañera resalta que la visión eurocéntrica de la modernidad es aquella que pone a Europa como inventora de la noción modernidad, que tiene “la patente de la modernidad” como dice Quijano. Esa visión pone a todo lo que no es Europa como algo anterior a Europa, pre-moderno y pre-europeo. Esto se hace con fines políticos claros.
Una noción de modernidad implica (p. 212) “las ideas de novedad, de lo avanzado, de lo racional-científico, laico secular”, y se resalta que estos elementos han podido darse en muchas culturas y en muchas épocas históricas. La otra es la noción Modernidad como un concepto histórico: tiene un momento de origen, que tiene que ver con la concepción de Europa como centro y eje de la historia mundial (c. s. XVII). Las condiciones de algo moderno serían definidas a partir de ese encuentro colonial, incluidas las estrategias de justificación y los patrones de saber que justifican la colonia. Estas estrategias se dan en torno a asuntos de trabajo (capital), de saber (barbaros/civilizados, racionales/irracionales) y de raza.
La noción europea de modernidad implica: 1) Historia con mayúscula (registro oficial, contada casi siempre desde una posición eurocéntrica); 2) la idea del sujeto racional; 3) idea de razón vs. mito. Lo que se deduce de esta visión eurocéntrica es que como América no inventó el paradigma entonces es definida siempre negativamente (no es tal, no es cual) y está condenada siempre a ser una “mala copia”. Porque nunca podrá alcanzar el estatus europeo, que es el que se considera “perfecto”, América está siempre condenada a la imperfección. También nosotros solemos analizar nuestra propia producción literaria desde una perspectiva eurocentrada. El cambio de mira importa y cambia el sentido de lo que se estudia. Como por ejemplo en el concepto Estado-nación (al modo como lo analiza Quijano en este texto), que se da por universal siempre que se miran las cosas desde una perspectiva eurocéntrica, ya que el Estado-nación es una noción europea.
Son estrategias de posicionamiento del eurocentrismo, que todavía hoy se viven y que son efecto de la colonialidad del poder: 1) despojar al otro de lo que sea expropiable; 2) impedirle el acceso a su propia cultura, a sus propias fuentes; 3) imponerle la cultura ajena. Haciendo esto se imponen nociones de historia/sujeto/saber.
            Según la Historia eurocentrada, la historia de América empieza con el descubrimiento. Hay una linealidad histórica creada por la visión eurocéntrica, en la que toda la historia del mundo gira en torno a Europa y que la tiene a ella como centro. Desde el campo de las literaturas coloniales se comprende por qué hay que repensar la  noción teleológica de la historia y aprender a concebir la simultaneidad de procesos, para lo cual la Colonia es un ejemplo perfecto. Durante la Colonia se ven las tensiones que intentan posicionar criollos contra metropolitanos. Y se ha analizado esto fructíferamente con nociones como neocolonialidad (Mignolo): rearticulación de los paradigmas después de las independencias sin cambio de esos paradigmas. Los criollos pasan a ser el reemplazo del metropolitano que manda sobre el indio o sobre el negro.
Para el caso de las literaturas antillanas, en este mismo sentido, ocurre que en el Caribe (el Caribe no hispanoparlante) los procesos de independencia empiezan todos tardíamente, en el s. XX. Por ende, hay una preocupación constante de separarse del paradigma impuesto.
Se resalta que estas nuevas concepciones (a partir de los 60s) están generando toda una serie de nuevas áreas de investigación y conocimiento en América Latina: las nociones de neocoloniasmo, estudios culturales, el tema del Otro, historia del subalternismo, poscolonialismo. Todos hacen parte de una revisión general de perspectivas.
En todas estas discusiones sobre decolonización, nueva crítica y demás, no se está proponiendo que sólo se lea literatura latinoamericana. Hay que reconocer, sin embargo, que hay circunstancias históricas que ponen al crítico una responsabilidad de apersonamiento y de posicionamiento en el contexto y sus ejes de articulación. Una mirada consciente de su medio y de los efectos del texto sobre ese medio.

martes, 1 de febrero de 2011

Laura Velasco Blel
Relatoría – Crítica latinoamericana-26 de enero de 2011
Jiménez, P., David. “Prólogo” e “Introducción” En: Historia de la crítica literaria en Colombia. Unal de  Colombia, 1992. pp. 7-20.
Gutiérrez Girardot, Rafael. “Polémica y crítica” En: Tradición y ruptura. Debate, 2006. Pp. 235-240.
En la sesión del 26 de enero de 2011 se propuso un debate acerca de  la función de la crítica en general y en Colombia en particular, y de las condiciones de posibilidad del crítico en nuestro medio, partiendo del prólogo y la introducción al texto de David Jiménez Historia de la crítica literaria en Colombia-Siglos XIX-XX  y “Polémica y crítica” de G. Girardot.
Empezando por el texto de Jiménez, la discusión se centró en la problemática propuesta por el prólogo:  ¿qué se entiende por el enfrentamiento entre la tendencia a la autonomización de la literatura y de la crítica literaria respecto a la iglesia, la gramática y la política?. Un cuestionamiento que también  manifiesta el paso de un dogmatismo a una visión secularizada en donde nacen los primeros indicios de una libertad intelectual. El planteamiento del autor se construye a partir de un estudio de estos procesos literarios y sociales desde una perspectiva múltiple, dejando de lado los intentos por analizarlos desde una linealidad que no existe. También es explícita su postura respecto a los alcances de la crítica, como un entramado donde se teje lo histórico y lo cultural de Colombia.
Posteriormente se habla sobre la introducción, en donde se recalca la cita que Jiménez toma de Albert Thibaudet: “Antes del siglo XIX [en Europa]  hay críticos, pero no hay crítica”. Enunciado que el autor toma para explicar la riqueza del ejercicio crítico que va mucho más allá de una conversación sobre libros. La crítica literaria como institución requiere la profesionalización del crítico que a su vez depende de la existencia de ciertas condiciones y los efectos sociales que rodean  una obra: la formación de un público, un medio de difusión y un mercado, entre otros. En Hispanoamérica estos aspectos toman gran importancia en la segunda mitad del siglo XIX, donde se dan ciertas condiciones sociales que permiten esa profesionalización del crítico: la liberación del periodismo, las revistas literarias, el aumento de la educación escolar, las tertulias, las librerías, el periódico y la necesidad de las estudiantes de buscar textos que no habían entrado al país.
 Sin embargo, la crítica estuvo ligada a la religión y a la política  dejando ver un interés partidista detrás de las publicaciones literarias. No obstante, en esta época el objetivo por desligarse de tales esferas fue evidente y se hizo presente en los objetivos de dos tendencias en conflicto. Por una parte, Sanín Cano propone una visión puramente estética que excluye cualquier uso partidista y religioso en las publicaciones literarias, mientras que alguien como Salomón Ponce se limita a la expresión de las impresiones de la obra y Caro se centra en una literatura científica unida a la religión católica. Todas estas pugnas y cambios sociales permiten el deslinde de la literatura respecto a la política y la religión.
Teniendo en cuenta esto, el debate se termina con la referencia a las conclusiones de Jiménez entre las que están:
*La autonomía de la literatura depende de cambios sociales y de las ideologías predominantes dentro de un contexto.
*Aunque es un proceso inestable, la profesionalización  del crítico depende de lo que ocurra intelectualmente a nivel social.
*Aunque se ha hecho mucha crítica, y se dispone de un arsenal conceptual y de enfoques, ni en la actualidad, ni en el siglo XIX Colombia ha tenido las condiciones totales para la profesionalización de la crítica literaria. No hay un grupo profesional de críticos literarios.
Esta pregunta nos lleva al texto de G. G. Si no existe tal grupo: ¿qué es lo que falta para que se den las condiciones propicias para la formación del mismo?
En relación a este texto se discute la crítica del autor a la clase alta que es indiferente  produciendo  injuria en los críticos. Indiferencia que genera  una actitud anticrítica y neutral que caracteriza a un “estilo dogmático del pensamiento”.  Esto en conexión con el “terrorismo bibliográfico” que algunos, como Ortega y Gasset  utilizan para mostrar su “erudición desbordada”, que lo único que evidencia es un “vacío intelectual”.
Las herramientas críticas son reducidas por incompleta formación del bachillerato, falta de infraestructura de las universidades, desconocimiento de lenguas europeas y falta de interdisciplinariedad, entre otras.  Todo esto causa un vacío enorme en los cimientos de los futuros críticos de la literatura en  Colombia, además de la reverencia por grandes figuras inamovibles quienes  construyen con bases no críticas por falta de honestidad intelectual en sus posturas. Entre éstos se encuentran: Estanislao Zuleta y Octavio Paz. Ellos son el resultado de una mala educación que no permite la construcción de juicios críticos. Así, la mala educación genera un sinfín de limitaciones que impide a los estudiantes sembrar las herramientas necesarias para formar un juicio crítico.
Desde la perspectiva de función social la crítica profesional literaria genera con sus estudios transformaciones necesarias que ponen en relieve las riquezas humanas y el desarrollo de capacidad intelectual para dejar de ser un país “gobernado por simuladores”.